A Martha Sánchez
No era mi amiga. No sabía si le gustaba el café o prefería un té. No sabía qué hacía un domingo cualquiera ni cuál era su color favorito. Y, sin embargo, su muerte me duele como si hubiésemos sido amigas entrañables.
Y es que la muerte de las mujeres imprescindibles –como les llama Angélica de la Peña- se siente así, como si una amiga se hubiera ido para siempre.
Martha Sánchez Néstor era una de las imprescindibles. Imprescindible para el feminismo mexicano. Imprescindible para los movimientos por los derechos de los pueblos indígenas. Imprescindible para los movimientos por los derechos de las mujeres indígenas y afromexicanas. Imprescindible para construir un mejor país, con más igualdad y más paz.
Era una mujer gigante, aunque realmente medía como un metro con 55 centímetros. Tal vez menos. Pero cuando estuve cerca de ella tuve esa sensación infantil de estar protegida, de que nada podía pasarme cerca de ella.
La conocí en el colectivo Méxicos Posibles, un grupo ciudadano, plural y diverso, que se organizó a fines de 2015 para buscar la manera de construir un país con más democracia, más igualdad y con paz sostenible.
Ahí la conocí en persona, porque sabía de ella desde hacía tiempo. Sabía que era feminista, sabía que era una férrea defensora de los derechos indígenas. Sabía que más de una vez había estado en peligro. Sabía que, al menos un par de veces, tuvo que esconderse.
Pero era difícil reconocer todo eso en una mujer que hablaba con el dulce tono cantadito de las personas de la costa de Guerrero, te llamaba hermana y te abrazaba con la generosidad de quien te quiere porque sí, y reía a carcajadas a la menor provocación.
Hasta que la mirabas a los ojos y te compartía algunas de sus verdades esenciales, o la escuchabas poner varios puntos sobre las íes cuando se intentaba minimizar alguna de las causas que había convertido en misión de vida. Entonces veías claramente a la gigante. El tono cantadito se volvía grave, la mirada intensa y su voz podía resonar con la misma contundencia que sus carcajadas.
Martha Sánchez Néstor nació un 4 de febrero de 1974 en Xochistlahuaca, Guerrero. En su corta, pero fructífera vida, fundó y coordinó diversas organizaciones que representaron los derechos del pueblo indígena, particularmente de las mujeres y niñas. Y lo hizo en su estado natal, en nuestro país y a lo largo de nuestro continente. Fue la voz de mujeres indígenas y afromexicanas en la ONU, en la OIT y en otros espacios internacionales.
En 2011 fue reconocida como una de las 100 líderes del mundo más comprometidas con la salud de las mujeres y las niñas.
Murió por COVID-19 antes de que amaneciera el 30 de julio de 2021.
Dejó el mundo mucho mejor de como lo encontró, dijo Tere Hevia al saber de su fallecimiento. Coincido. Pero el mundo ahora no es mejor sin ella.
Me hubiera gustado saber cómo tomaba el café en la mañana o si lo prefería en la tarde. Me hubiera gustado saber cuál era su comida favorita. Me hubiera gustado saber qué paisaje le gustaba más.
Pero, sobre todo, me hubiera gustado seguir escuchando su potente voz con el tono de quien no pide permiso, y reír con ella a todo pulmón sólo porque a la vida nunca hay que negarle una sonora carcajada.
Adiós Martha. Nos harás falta.