El problema

No es cuestión de paciencia o de buenas formas. El problema es que no es problema.

En lo general, no es problema para gobernantes, de cualquier color; ni para empresarios, comerciantes, hoteleros, banqueros. Y sin duda, en general no es problema para la mayor parte de la sociedad.

La vida, la salud, la dignidad y la integridad de las mujeres y niñas de México no se perciben como un problema que nos atañe a toda la sociedad. Y precisamente ese es el problema.

En fechas recientes hubo un episodio en Cancún que es un buen espejo de lo que pasa en todo el país.

Un grupo de madres buscadoras –tragedia, convertida en oficio, que describe a mujeres, y también a hombres, que buscan a sus hijas e hijos desaparecidos, con vida o “aunque sea un hueso”- bloquearon la única vía de acceso y salida de la Zona Hotelera.

Organizaron el plantón pacífico a las 10 de la mañana, colocando mantas que bloqueaban toda la vialidad. Pedían hablar con la gobernadora Mara Lezama –aunque fuera por teléfono- para que responda a su solicitud, presentada desde el 14 de octubre, de destituir al Fiscal a quien consideran omiso, por decir lo menos.

Pasaron horas. En ese lapso, las madres recibieron gritos y reclamos de los trabajadores que debían caminar varios kilómetros para llegar a sus sitios de trabajo; las miradas desconcertadas y molestas de turistas que con maletas en mano querían llegar a su hotel. De transportistas que veían bloqueada su ruta.

El presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Eduardo Martínez, dijo que “que esas no son formas de manifestar cualquier opinión”, pues se lastima la imagen (¡la sagrada imagen!) de Cancún.

El presidente de la Cámara de la Industria de Restaurantes, Julio Villarreal, calculó las pérdidas en número de comensales, y dijo que “todos merecen llegar a sus casas y a sus trabajos, con bien”.

Diez horas después llegó la ansiada llamada. La gobernadora se disculpó explicando que estaba en carretera regresando de Mahahual a Chetumal, y les ofreció recibirlas al día siguiente.

Y, en efecto, estaba en gira de trabajo en Mahahual; pero, aun suponiendo que no tuviera señal, en Bacalar (a una hora de distancia) y en Chetumal (a hora y media) la señal es muy buena.

Me pregunto si la gobernadora hubiera tardado diez horas en reportarse a una llamada del presidente López Obrador o a la de algún empresario con quien negocia alguna inversión para el estado.

Me pregunto qué pasaría si los trabajadores, hoteleros, presidentes de las Cámaras, asumieran que sus hijas, hermanas o esposas podrían ser esas mujeres que buscan o que están siendo buscadas.

El episodio –que no la historia- terminó con la esperada reunión, escucharon a las madres, no destituyeron al Fiscal, se prometió agilizar, en fin, más o menos lo de siempre.

Y me pregunto cuánta impunidad sería suficiente para que perder la paciencia sea aceptable y convoque y conmueva. Cuántas omisiones o indolencias deben acumularse para que haya empatía, para que se apoyen las formas de exigir atención. Y cuántas mujeres y niñas más deben ser secuestradas, torturadas, asesinadas, para que se considere un problema, no de las madres, no de las mujeres, sino un problema de toda la sociedad.

Hasta que llegue ese momento no nos hablen de paciencia y de buenas maneras.

22/CL

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Firma Cecilia Lavalle
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