Tengo el corazón lleno. Esa es la palabra. Y es que sé lo que es sentirlo vacío, como desierto. Por eso sé que mi corazón florece como jardín tropical.
Termino una agenda de trabajo y actividades que me llevó lo mismo a Sinaloa que a la Ciudad de México que a Costa Rica.
Lo mismo di cursos que conferencias, que presenté libros, que marché el 8 de marzo.
Lo mismo compartí reflexiones con mujeres y hombres respecto al camino pendiente para construir igualdad, que ofrecí estrategias para comunicar poder a mujeres electas en Costa Rica donde, en las pasadas elecciones, alcanzaron un número histórico.
Lo mismo compartí claves a mujeres en cargos de toma de decisiones para que su voz tenga el mismo valor y el mismo poder que la de sus compañeros, que presenté mi libro Claves para atravesar la tormenta. Mis aprendizajes para vivir el duelo, en Culiacán, Sinaloa.
Ahí, donde se acumulan los duelos, lloré y abracé a otras personas que transitan el camino de las lágrimas. Conocí a mujeres resilientes y hablamos de cómo recuperamos el sentido de nuestras vidas, cómo recuperamos la alegría y la felicidad.
En la ciudad de México, lo mismo abracé con el corazón a familiares de víctimas de violencia machista, que marché con miles y miles de jóvenes rumbo al Zócalo gritando con ellas a voz en cuello ¡Ni una más ni una más ni una asesinada más!
Lo mismo miré conmovida lo jóvenes que son las mujeres que marcharon, que admiré su arrojo, su osadía, su fortaleza, su claridad. “No somos una, no somos cien. Pinche gobierno cuéntanos bien”. “El patriarcado se va a caer, se va a caer… y el feminismo que va a vencer, que va a vencer”.
Con mis compañeras de Mujeres en Plural celebré nuestros 15 años de incidencia política. Nos dimos cita en el bellísimo Claustro de Sor Juana. ¿Qué mejor lugar que ese para mirar atrás?
Ahí, entre las paredes que cobijaron a la genial insumisa mexicana del siglo XVII, recordamos nuestros inicios, nuestros intensos y, a menudo, acalorados debates.
Y también hicimos recuento de nuestros principales logros: La demanda que dio lugar a la histórica sentencia 12624, que marca un antes y un después en materia de derechos políticos de las mujeres (2011); las reformas constitucionales por paridad (2014) y por paridad en todo (2019), las reformas legales para atender, sancionar y erradicar la violencia política contra las mujeres en razón de género (2020).
Lo mismo celebramos que trabajamos; reímos que cantamos; debatimos que cuestionamos; bailamos que nos abrazamos.
Y con ellas (no podía ser de otro modo) arrancamos Tere Hevia y yo las presentaciones de nuestro reciente libro: El deber de la memoria. Del derecho al voto a la paridad en todo, con los espléndidos comentarios de nuestras compañeras: Margarita Dalton (Oaxaca), Claudia Alonso (Chihuahua) y Milagros Herrera (Yucatán).
Pero de todo este abanico de experiencias me quedo con los abrazos compartidos. Abrazos amorosos. Abrazos solidarios. Abrazos llenos de gratitud. Abrazos de reencuentro. Abrazos tejidos en la complicidad de la causa. Abrazos que acompañan el dolor o las alegrías. Abrazos, abrazos, abrazos.
Eso es lo que tiene mi corazón lleno. Como un jardín tropical.