Leí por ahí que el caos es el universo reacomodando la vida. Yo acabo de vivir eso.
El caos me llegó a mediados de junio debido a las “tormentas perfectas” propias de México. Es decir, cuando se junta algún fenómeno natural con la negligencia gubernamental.
En mi ciudad hubo una “lluvia atípica” (algo típico del trópico) y se encontró con un drenaje que no se había desazolvado en años y obras públicas -como el tren maya- que, al parecer, han cambiado los flujos naturales del agua.
Resultado: media ciudad se inundó. A mi casa entró medio metro de agua (en otras zonas entró más de un metro) y se quedó estancada unas 10 horas.
Perdí varias cosas, la mitad de mi oficina para empezar. Aunque lo que más me dolió fueron mis diarios. Y libros que me eran muy preciados.
Y también perdí tiempo, aunque imagino que el universo acotaría que no lo perdí, sino que lo invertí en el inevitable reacomodo. Diría bien.
Tengo amistades que hablan de lo bueno que un huracán provoca en la naturaleza. Generalmente sólo se ven los daños que causan, pero no se aprecian los beneficios.
Algo así me pasó. Este caos me obligó a limpiar. Pero no sólo espacios que se mojaron, sino toda la casa, cada cajón y cada rincón. Y esa limpieza fue realmente renovadora.
Tiré bolsas y bolsas de documentos que fueron muy útiles en algún momento, pero ya no lo eran. Por ejemplo, textos respecto a las cuotas de género en política. ¡Hace 10 años que tenemos paridad constitucional y escribí ya cuatro libros al respecto!
Y también me reencontré con documentos que guardé como el tesoro que son. Entre ellos, la carta que me escribió Olga de Juambelz cuando me invitó a colaborar en El Siglo de Torreón, y la foto que nos tomaron el día que nos conocimos.
Esas “pequeñas cosas”, como las llamó Joan Manuel Serrat, son un auténtico túnel del tiempo. Recordé, como si hubiera sido ayer, la llamada de la funcionaria de Conaculta para decirme que ya estaba en mi ciudad y me invitaba a comer con Elena Poniatowska (a quien iba a entrevistar) y su amiga “Olguita”.
En lo que yo entrevistaba a Elena, a “Olguita” le recomendé visitar algunos sitios, entre ellos el mercado más antiguo, y le compartí un reportaje que había hecho al respecto.
Cuando se iban de la ciudad me dijo que le había encantado mi texto, que ella trabajaba en un periódico y que cuando escribiera algo menos local le llamara. Me dio su tarjeta de presentación, misma que guardé sin mirar.
Años después, cuando escribía una columna política me acordé de ella y busqué la tarjeta. En ese momento me enteré de su apellido y su cargo en el periódico en el que trabajaba.
En enero del próximo año cumpliré 25 años de escribir para El Siglo.
Algunas cosas he aprendido (¿recordado?) en este proceso.
Las crisis traen consigo oportunidades. Hace tiempo que quería “viajar más ligera”. El caos me dio la oportunidad de hacer esa limpieza exhaustiva. Y yo la aproveché.
Los boletos al pasado contenidos en “las pequeñas cosas”, nos permiten apreciar el camino recorrido, y agradecer.
De hecho, una vez que solté el enojo y la tristeza, agradecer es lo que más he hecho, aunque parezca paradójico.
Hoy mi oficina está en un nuevo espacio, que con estas letras voy haciendo mío (porque aún me siento de visita).
Sí, el caos es el universo reacomodando la vida.