En estos días mucha gente me ha preguntado, ¿qué sigue?, ¿qué viene después? Y se refieren, desde luego, a lo que viene después de los sin duda históricos 8 y 9 de marzo en nuestro país.
Honestamente creo que lo que viene es el día siguiente. No es broma. Me explico.
No minimizo un ápice lo que vivimos 8 y 9. Es más, nunca, en mis 25 años de feminista había vivido momentos como esos. Y no creí que viviría para verlos.
La asistencia masiva a las marchas en distintas ciudades que, de hecho, iniciaron el 7 con la Cadena Feminista. Marchas a las que llegaron mujeres que nunca habían realizado ningún tipo de activismo, mujeres que incluso no habían tenido mayor contacto con el feminismo, pero que hicieron suyas el #NiUnaMenos y #NosQueremosVivas.
Y, por supuesto, la masiva marcha en la Ciudad de México fue absolutamente conmovedora, inspiradora, alentadora. Las calles eran un río morado que se fundía con las jacarandas en flor. ¡Inolvidable!
Pero si fuera poco, el 9 llegó el silencio. Fue lo que más me conmovió. ¡Qué silencio más ruidoso! Yo, como usted bien supondrá, ni abrí la puerta de mi casa. Paré en serio. Apagué mi celular, no vi televisión, ni redes. Cero tecnología. Reflexioné, escribí en mi diario lo que pensaba y sentía. Leí. Guardé silencio. Y no fui la única.
Así que conmovida, estoy; maravillada, estoy; inspirada, estoy. Y con todo, sostengo que lo sigue es el día siguiente.
Y con eso quiero decir que nada ha terminado. Ni las violencias ni las discriminaciones contra las mujeres. Las causas de eso que llamamos la violencia estructural contra las mujeres, siguen ahí.
También siguen ahí, en los gobiernos, lo que yo llamo las 4 I: Indolencia, Insuficiencia, Ineficiencia e Ineficacia.
Pero también siguen ahí las jóvenes feministas, las adultas feministas y las viejas feministas. Siguen ahí las mujeres que participaron en las marchas; las familias de las víctimas; los hombres que ya eran aliados; los hombres que por primera vez se interesaron por entender.
Así que lo que sigue es provocar cambios en lo personal, en nuestras relaciones personales, en nuestras relaciones afectivas, en el trabajo, en la escuela.
Sigue ser menos tolerantes con la violencia hacia las mujeres. Sigue desautorizar un chiste que nos ridiculice o nos violente; un meme que haga mofa de las mujeres. Sigue dejar de suponer que “es sólo un chiste”, “es sólo un meme”. ¡Es violencia manifestada en chiste o meme!
Sigue dejar de justificar a los agresores. Sigue dejar de ser pacientes con los gobiernos. Sigue exigir justicia. Sigue defender nuestras libertades. Sigue defender nuestra dignidad como humanas. Sigue defender nuestros derechos. Sigue exigir nuestro derecho a una vida libre de violencia.
Es decir, sigue seguir haciendo lo que las feministas venimos haciendo hace tres siglos. Eso sí con más contundencia, porque cuando se tienen éxitos sin precedentes, como el que se tuvo en las acciones del 8 y 9 de marzo, se puede correr el riesgo de pensar que ya la hicimos o que estamos cerca
En tres siglos de feminismo se han vivido muchos momentos gloriosos, que le dan sentido a todo. Pero sabemos que no hemos llegado al final. El 8 y 9 fueron eso. Momentos gloriosos. Pero no hemos terminado. Debemos seguir.
¿Hasta cuándo?
¡Hasta que la igualdad se haga costumbre!