Hace más de 40 años yo estaba donde ustedes están. Dije eso y respiré para que la emoción no se me desbordara. Y es que nunca imaginé regresar y menos con tan feliz motivo.
Ahí estaba yo en el auditorio Pablo González Casanova de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Estaba ante un grupo de jóvenes que escuchaban con atención y miraban con esa luz en la que me reconocí a los 20 años.
Estaba para presentar el libro El deber de la memoria. Del derecho al voto a la paridad en todo, que escribí en coautoría con Teresa Hevia.
Era de tarde, pero en mi interior amanecía.
Presidía este acto mi admirada Gloria Ramírez, quien dirige la cátedra Unesco de derechos humanos de la UNAM. Y desde que nos extendió la invitación para presentar el libro, mi corazón brincó de alegría y un alud de recuerdos comenzó a tocar a mi puerta. Y es que yo estudié en esa facultad de la UNAM.
Martha Tagle, destacada política mexicana, compañera de Mujeres en Plural, como Gloria, al presentar el libro desmenuzó lo que en su opinión es lo más destacable de forma y fondo.
Carla Filipa y Daniela Lemus, académicas de la facultad hicieron un interesante análisis con comentarios llenos de entusiasmo. Y, finalmente, Gloria cerró con algunas reflexiones.
De todas recibimos, Tere y yo, elogios y palabras muy halagadoras.
Me conmovió mucho ver que Gloria había hecho suyo -literalmente- nuestro libro. Estaba subrayado, con anotaciones al margen en distintos párrafos, con páginas dobladas una o dos veces, pequeños post it salpicados por aquí y por allá. Y me conmovió porque eso hago yo con los libros que me resultan indispensables.
Mientras las escuchaba, veía los rostros de muchas jóvenes ahí presentes. Y me vi en ellas con enorme claridad. Vi a la joven Cecilia llegar a la FCPyS con un puñado de sueños y un hambre voraz de conocimientos.
Recordé a las maestras y maestros que supieron sacar lo mejor de mí, que me exigieron lo necesario y me mostraron el horizonte. Aprecié que ahí se forjaron los cimientos de lo que ha sido toda mi vida profesional.
Ahí aprendí a cuestionar, a reflexionar de manera crítica, a debatir, a argumentar. Ahí conocí el feminismo y pasé de ser una rebelde sin causa a una rebelde con causa.
Ahí amé la historia de México gracias al maestro Sergio Colmenero. Contrasté idas con el maravilloso Juan Brom que impartía Historia Mundial. Pude dotar de orden y método mis trabajos con Rosa María Lince. Aprendí a argumentar con Rubén Salazar Mallén.
Y al recordarles me llené de gratitud.
Dice el filósofo Paul Ricoeur que el deber de la memoria es hacer justicia mediante el recuerdo a quienes ya no están, pero estuvieron; y que también es someter la herencia a inventario.
Por eso Tere y yo nombramos así nuestro libro. Lo que nunca imaginé es que cumpliría mi propio deber de la memoria al regresar más de 40 años después a mi universidad. Y hacerlo presentando el que muy probablemente sea el libro más importante que escriba en materia de derechos políticos de las mujeres.
Fue un feliz regreso. Fue como tener la oportunidad de decirles a mis maestras y maestros: Su esfuerzo no fue en vano. Entrego buenas cuentas. ¡Gracias!