Sucedió un 3 de noviembre de hace 227 años: murió en la guillotina Olympe de Gouges por culpa de hombres necios, a quienes hoy podríamos acusar de Violencia Política contra las Mujeres por razón de Género (VPMG).
Le llamamos así a la violencia que tiene por objeto o resultado evitar, menoscabar, anular los derechos de las mujeres al ejercicio del poder público, a partir del prejuicio de que el poder es un terreno exclusivo de los hombres.
Este concepto no existía hace dos siglos, pero que no tuviera nombre no significa que el fenómeno no existiera. Y la prueba es la condena impuesta a Olympe de Gouge, dramaturga y abolicionista en la Francia del siglo XVIII.
En su época se vivían cambios políticos y sociales profundos. Entre otros, se daba carpetazo a la idea de que nacer hijo de reyes bastaba para gobernar. Y, desde luego, ya no se creía que fuera un mandato divino.
Las ideas que tomaban la escena eran que todos nacían libres e iguales en derechos; que todos los ciudadanos podían participar en la elaboración de las leyes y gobernar. ¡La democracia moderna nacía! Y su acta de nacimiento se llamó Los Derechos del Hombre y el Ciudadano.
Muchas mujeres se apresuraron para entrar en los nuevos tiempos a cuya construcción contribuían. Pero les cerraron la puerta en las narices. La mayoría de los hombres de la época no tuvieron problema en proclamar la igualdad y acto seguido cancelarla para la mitad de la población. Así, la democracia moderna, la idea de ciudadanía, los derechos humanos, nacieron con la exclusión deliberada de todas las mujeres.
No pocas protestaron. Al punto que se les prohibió reunirse en la calle en número mayor a cinco. Pero Olympe de Gouges se atrevió a escribir Los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, que es casi una copia textual del original, pero las mujeres están incluidas.
Por ello, hombres poderosos con Robespierre al frente, la condenaron a morir. Y fue guillotinada el 3 de noviembre de 1793.
Algunas biografías dicen que fue condenada junto con varios hombres por formar parte del grupo opositor a Robespierre. En efecto, pero con la muerte de Olympe el mensaje fue que las mujeres no tenían derecho a ejercer poder público.
El Periódico Moniteur Universelle, así dio la noticia: …quiso ser hombre de Estado y parece que la ley haya querido castigar a esta conspiradora por haber olvidado las virtudes que convienen a su sexo.
Y Pierre-Gaspard Chaumette, un revolucionario francés, declaró: ¿Desde cuándo le está permitido a las mujeres abjurar de su sexo y convertirse en hombres? ¿Desde cuándo es decente ver a mujeres abandonar los cuidados devotos de su familia, la cuna de sus hijos, para venir a la plaza pública a realizar deberes que la naturaleza ha impuesto a los hombres solamente?
Por increíble que parezca, eso sigue sucediendo. Pero en México, partiaristas y demócratas han nombrado esa violencia, la convirtieron en delito y en abril de 2019 concretaron la reforma legal más amplia del mundo.
Los hombres necios, herederos de Robespierre, siguen violentando a las mujeres por la sinrazón de Género. Pero las herederas de Olympe de Gouges también seguimos defendiendo nuestro derecho al poder público, con la certeza de que somos igualmente humanas y, por tanto, tenemos derecho a tener los mismos derechos. Olympe no murió en vano.