Si de contar se trata, puedo contar que he cumplido 61 años. Se han ido más rápidamente de lo que hubiese pensado cuando cumplí 30. Pero sin duda ya suman 61. Y al contarlo me doy cuenta que, a mi edad, en realidad puedo sacar muchas cuentas.
Por ejemplo, de mis 61 años, me he asumido insumisa casi 50. Fui rebelde sin causa hasta que encontré al feminismo y me volví rebelde con causa. Soy orgullosamente feminista hace un cuarto de siglo.
Como la comunicadora que soy, me he dedicado a compartir mis conocimientos y mi perspectiva feminista hace más de 20 años.
Y ya puesta a sacar cuentas, tengo 39 años como periodista; de los cuales, 14 los dediqué a los géneros de entrevista y crónica, y los siguientes 25 a los artículos de opinión. De esos, 19 escribí casi ininterrumpidamente la columna política Cristal de Roca; que luego combiné con Cuarzo Rosa, la columna intimista que escribo hace 22 años.
He escrito alrededor de 1 500 artículos periodísticos, cinco libros y decenas de textos con variados temas, lo mismo sobre la historia de Quintana Roo, que respecto al empoderamiento de las mujeres, las cuotas de género, la paridad, la sororidad; o sobre la pérdida, el duelo, la tristeza.
Escribir es mi forma de andar por el mundo, pero fue, además, un asidero cuando naufragué en la tormenta del duelo.
Sacando cuentas, he sido esposa 38 años y madre 35. Y ahora que lo digo, me doy cuenta que, con mi propia familia, ya he vivido más de la mitad de mi vida.
En fin, a mi edad puedo contar muchas cosas, pero hay algunas que no he contado y, de hecho, no podría.
No he contado, por ejemplo, la alegría que he sentido al escribir y dar cursos. Tampoco las veces que mi cabeza deambula buscando algo digno de contar, mientras la página en blanco me mira impaciente.
No he contado los abrazos amorosos que he recibido ni las sonrisas que me han regalado.
No he contado las risas compartidas con Carlos, Alex y Talía, ni los momentos que imprimo en el alma para que no se borren nunca.
No he contado, tampoco, los pasos que me han llevado a muchos sitios. Algunos que no pensé que caminaría. Otros, que se me colaron en el corazón porque los caminé con mis tres amores, y luego con Stef (el amor de Alex) y Luis (el amor de Talía), que también son mis amores porque se acomodaron en mi corazón para siempre.
No he contado las risas con amigas y amigos. Tampoco las lágrimas que hemos compartido.
No he contado los regalos de la vida por los que me he sentido bendecida muchas veces. Tampoco los días en que me he sentido desolada o en los que la sonrisa de Talía me ilumina como un sol esplendoroso.
Concluyo entonces que, si saco cuentas, tengo mucho que contar; pero que hay cosas que no puedo contar, no por incontables, sino porque contarlas no es lo que cuenta.