Leo mensajes en redes que dicen que “este año no cuenta”. Y yo no coincido. Este año SÍ cuenta. Y cuenta mucho.
Cuenta porque se apreció con claridad que todo está conectado. Lo que sucede a nivel microscópico puede afectar lo macroscópico, como las olas expansivas que ocasionan el guijarro que tiramos al lago.
Cuenta porque nos demostró que, pese a nuestra enorme arrogancia, como humanidad somos muy vulnerables.
Cuenta porque puso de manifiesto que una sociedad es fuerte en la medida en que sus desigualdades son mínimas. En efecto, no vamos en el mismo barco, pero es el mismo mar.
Cuenta porque dejó en evidencia que políticas públicas que no miran los derechos humanos como una prioridad acaban por colapsar nuestra vida personal y como sociedad.
Cuenta porque, como nunca antes, quedó claro lo que las feministas nombramos hace décadas como doble jornada. Las tareas del hogar y de cuidado son un trabajo no remunerado, que injustamente recae sobre las mujeres. Muchos hombres pudieron darse cuenta del tamaño del trabajo y la injusticia. Y muchas mujeres están al borde del colapso.
Cuenta porque, por esa injusta distribución de tareas, muchas mujeres renunciaron –o perdieron- sus empleos, para hacerse cargo tiempo completo de sus hijas e hijos, de quienes, además, son sus maestras, porque el sistema educativo ni tuvo una mejor idea ni pensó en ellas.
Cuenta porque millones de maestras y maestros tuvieron una sobrecarga monumental de trabajo. Prepararon clases en nuevas tecnologías de las que aprendieron sobre la marcha, con un horario laboral extendido al infinito, y miles con malabares para atender, también, las clases de sus hijas e hijos.
Cuenta porque para millones de personas el trabajo desde casa implicó que todo el tiempo fuera considerado laborable, con el desgaste emocional y físico que eso representa.
Cuenta porque millones de personas perdieron su empleo, su patrimonio, su negocio.
Cuenta porque a muchas personas la incertidumbre les obligó a la creatividad. Algunas flotan. Y otras más desplegaron alas como no lo habían imaginado.
Cuenta para quienes dejaron de existir. Sólo por COVID-19 han fallecido en el mundo 1.6 millones de personas. Y contando.
Cuenta para quienes les aman y lamentan su ausencia. Se calcula que por cada persona que muere hay seis en duelo. Así que en el mundo, sólo por causa del COVID, hay más de 9 millones de personas en duelo.
Cuenta porque este duelo gigantesco a muchas personas nos ha dado la oportunidad de fomentar la empatía, la generosidad, la solidaridad.
Cuenta porque ofreció la oportunidad de reconsiderar prioridades, de valorar afectos, de poner sobre otra luz la vida. Cuando la muerte ocupa tanto escenario, es a la vida a la que hay que ponerle el reflector.
Bajo ninguna circunstancia, pues, me parece que este año “no cuenta”. Sí cuenta y cuenta mucho.
En lo personal cuenta porque estoy viva y tengo salud. Porque los seres que amo –y que aún viven- tienen salud o la recobraron. Cuenta porque me obligó a salir de la zona de confort y aprender nuevas formas de trabajar. Cuenta porque hoy, como ayer, puedo agradecer muchas cosas, entre ellas un año más de compartir mis letras con ustedes.
Les abrazo con gratitud.