El mundo se las ha arreglado muy mal sin nosotras. Sin mujeres en la toma de decisiones, quiero decir. Eso está más que demostrado en la historia que, como suele decirse, escriben los vencedores.
La sola frase “la historia la cuentan los vencedores” hace evidente que lo que se ha considerado historia son acontecimientos relacionados con guerras, conflictos, conquistas, con luchas de poder.
Esa historia excluyó a las mujeres, como si nos hubiéramos ido a Marte, salvo una que otra que seguramente por despistada se quedó y algo hizo o deshizo.
No se da cuenta de nuestras acciones. Sobrevivir y salvaguardar a nuestras hijas e hijos, por ejemplo, curar personas heridas, alimentar tropa, esconder a quienes injustamente perseguían; reparar trenes, aviones; decodificar códigos o elaborarlos…
De todo eso nos hemos ido enterando gracias al trabajo de otras mujeres que han ido desenterrando -a veces literalmente- nuestras huellas, aportaciones, heroísmos, sacrificios, acciones.
Y, entonces, esa misma historia cambia.
Pero si de eso se sabe poco, menos sabemos del trabajo y las acciones de las mujeres para construir igualdad, paz, mejores condiciones para otras, para el mundo. Es decir, se sabe menos de eso que cambia el concepto mismo de lo considerado historia.
Hace 95 años un grupo de mujeres crearon la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), que fue el primer organismo intergubernamental para construir igualdad y velar por los derechos humanos de las mujeres.
No fue cosa de levantar la mano y decir “estimados señores, debemos quedar incluidas en sus bonitas Conferencias internacionales porque, como bien saben, somos la mitad de la población”.
De manera que podemos imaginar a muchas sufragistas de nuestra América reuniéndose, protestando por su exclusión en las Conferencias, viajando en barco durante un mes en Plenas Guerras Mundiales para hacerles a plantones a los señores.
Podemos mirarlas trabajar tenazmente, para cumplir con el encargo que les hicieron los señores de las bonitas Conferencias, de documentar todas las leyes que “según ustedes” oprimen a las mujeres.
Y podemos reírnos de la cara que deben haber puesto cuando regresaron esas mujeres con legajos completos -en distintos idiomas- que documentaban con precisión las leyes que debían cambiarse, cómo debían cambiarse y por qué debían cambiare.
Eso y más fue recordado en un inspirador Conversatorio llevado a cabo en Panamá, en el que participaron: Alejandra Mora, secretaria ejecutiva de CIM-OEA; Carmen Montón, embajadora observadora permanente de España ante la OEA; Carmen Roquebert, embajadora representante permanente de Panamá, entre otras; quienes, además, ratificaron el compromiso adquirido al tener en sus manos la estafeta.
Al mirar esa historia empeñada en construir igualdad, paz, mejores condiciones para las mujeres contra viento y marea, sin matar a nadie, construyendo alianzas feministas, confirmé la idea de que el lema ya no es “No sin nosotras”, sino “Sólo con nosotras”.
Sólo si la voz, la experiencia, los saberes y habilidades de las mujeres tomando todas las decisiones a la par con los hombres; sólo con nosotras, repito, un mundo mejor es posible.
Portada: Ilustración del folleto de la Comisión Interamericana de Mujeres CIM-OEA ES web