Las mujeres hemos crecido sin historia. Sin la historia de las mujeres, quiero decir. Porque no es la misma que la que escribieron los hombres, en la que no somos nombradas, como si no hubiéramos existido, o nuestra existencia no importara.
Y claro que tenemos historia. Aprender a leer y escribir, casarnos o no, divorciarnos, ir a la universidad… Todo lo que elegimos o hacemos las mujeres con distintos grados de libertad es un derecho que otras ganaron para nosotras.
Es vital que conozcamos nuestra historia, porque de lo contrario -como dice la feminista mexicana Marcela Lagarde- las mujeres quedamos en el desamparo, como huérfanas. No sabemos a quién recordar, de qué mujer queremos seguir el ejemplo. Ni sabemos de las advertencias que otras han dejado en el camino.
Paul Ricoeur, filósofo francés, dice: “El deber de la memoria es el deber de hacer justicia, mediante el recuerdo… Pagar la deuda, pero también someter la herencia a inventario”.
Por eso en este 66 aniversario del voto de las mujeres en México quiero recordar y someter la herencia a inventario.
Recordar al grupo de mujeres zacatecanas que en 1821 solicitaron la ciudadanía porque, dijeron, hemos dado por la patria todo y más.
Recordar a Rafaela Varela que juntó decenas de firmas y le escribió a Porfirio Díaz en 1890 para solicitar derecho al voto.
Recordar a mujeres mexicanas que, en distintos momentos y lugares, se organizaron para conseguirnos derecho a votar. A veces fueron unas cuantas; otras veces fueron muchas.
Recordar a Laurena Wright, Elvia Carrillo Puerto, Hermila Galindo, Cuca García, Adelina Zendejas, Esther Chapa, Soledad Orozco, Margarita Robles, Amalia Castillo, María Lavalle, entre tantas otras.
Recordar que organizaron reuniones, asambleas, mítines. Que se manifestaron públicamente en el Zócalo o a las puertas del Congreso. Que soportaron burlas, críticas, humillaciones. Que aguantaron que les tiraran cáscaras de sandía, huevos podridos y jitomates mientras pedían el voto.
Recordar que poder votar costó a las mujeres años de acciones y frustraciones; años de lágrimas y esfuerzos; años de insistencia, persistencia y resistencia.
Hoy el deber de la memoria nos convoca a honrarlas; pero también, a comenzar nuestro inventario.
Porque con la estafeta que nos legaron, volvimos a hacer alianzas y obligamos a los partidos políticos a postular más mujeres a cargos de elección popular mediante cuotas de género.
Como hicieron de la exclusión un muro refinado, forjamos alianzas más amplias. Mujeres en Plural nos llamamos desde 2010. Y nosotras con otras estamos cambiando la historia de la democracia en México.
Rompimos el muro en 2012 con la sentencia 12624. Ensanchamos el camino con la reforma por la paridad (2014), con la garantía de derechos a mujeres indígenas por encima de Usos y Costumbres (2015), con jurisprudencias que garantizan paridad vertical y horizontal, y el interés legítimo (2015).
Y empezamos a pavimentar el camino con la obligación de postular en paridad en distritos con mayoría indígena (2017), y con la reforma constitucional que llamamos Paridad en Todo, que obliga a la paridad en los tres órdenes y los tres niveles de gobierno (2019).
Cumpliendo el deber de la memoria, diría que: pagamos la deuda, y comenzamos el inventario de lo que será nuestra herencia.