“No es fácil envejecer con gracia. Hay que adaptarse a la nueva cara, nueva piel, la aparición de nuevos surcos”. Así comienza un texto de la poeta italiana Cecilia Resio, que leí por casualidad, y que asumí como un regalo.
Tengo una edad en la que a veces siento que estoy varada frente a varios caminos.
En uno de ellos se somete al cuerpo a una serie de cirugías plásticas que harán parecer, que no has llegado a la edad que tienes y que, incluso ofrecen hacer parecer que retrocediste en el tiempo. Es decir, te ofrece la simulación y el engaño.
Y, por lo que he visto, el éxito es relativo. Porque a veces no engañan a nadie. Y otras, ya no se parecen a ninguna versión anterior, sino a una especie de seres en serie.
A menudo me pregunto, ¿qué se sentirá mirarse al espejo y mirar a otra persona que no eres tú?
Otro camino que he atisbado, es el de la negación. Ahí, anciana, anciano, son “malas palabras” y hablar de la edad es un tema que se evade. Y cuando por casualidad se asoma, se acompaña de frases como: que la juventud está en el corazón, que hay que ser joven de mente y espíritu, que viejos los cerros y reverdecen.
Hay otro en el que predomina el enojo. La nostalgia también. Se quejan de que ya no son los mismos, de que ya nada es igual. Recuerdan el antes, pero con molestia. Y viven el presente con resignación.
Y había oído hablar de otro camino. El de la aceptación. Pero no lo encontraba. No sabía cómo andarlo. Hasta que leí el poema de Cecilia Resio.
“Hay que adaptarse a la nueva cara, nueva piel…”
Me parece interesante que use la palabra adaptación. Porque adaptarse es como conocerse de nuevo. Como cuando nos cambiamos de casa y poco a poco nos vamos adaptando al tamaño de sus espacios, a sus ruidos, a las vistas desde la ventana.
Eso resuena en mí. Porque, en efecto, me doy cuenta que mi cara, mi piel, mi cuerpo es como una nueva casa, distinta a la anterior y que desconozco en muchos sentidos. Entonces, adaptarse implica conocer ese nuevo territorio, que tiene belleza, misterios, sorpresas, retos, como cualquier otro.
Con el anhelo de que resuene en su vida, tanto como resonó en la mía, comparto el poema completo de Cecilia Resio.
No es fácil envejecer con gracia.
Hay que adaptarse a la nueva cara, nueva piel, la aparición de nuevos surcos… Hay que dejar ir a la juventud sin mortificarla con una edad que no le pertenece. Es necesario hacer la paz con el aliento más corto, con la lentitud después de los excesos, con las arrugas, con las arterias, con los cabellos blancos que de repente toman el lugar de los grillos en la cabeza.
Hay que hacerse nuevos y amarse en una nueva era, reinventarse, seguir siendo curiosos, reír y cepillándose los dientes para hacerlos brillar como minúsculas cargas de pólvora. Hay que cultivar la ironía, acordarse de equivocar el camino, elegir con cuidado a otros humanos, alejarse de sí mismo, volver, cantar, estar desnudos con orgullo. Envejecer como si fuera vino perfumado y hacer disfrutar el paladar, sin que uno se acostumbre a los bostezos. Hay que caminar recto, saber llevar las cadenas, hablar en otras lenguas, detestarse con moderación. No es fácil envejecer, pero la alternativa sería morir, y yo todavía tengo muchas cosas que aprender y vivir.
Cecilia Resio
23/CL